Por eso, según sabemos, desde la secretaria de Hacienda se filtró a la televisión con “pelos y señales” el “caso Coahuila” en el que el ex gobernador sale muy mal parado y con un duro golpe a su liderazgo en el revolucionario institucional.
Moreira acusa en los medios de comunicación lo obvio: que los panistas lo están golpeando como líder del PRI con propósitos electorales rumbo a las presidenciales del 2012.
¡Efectivamente así es! Que yo sepa todos los partidos políticos en campaña hacen exactamente lo mismo aquí, en Estados Unidos, o en España. Buscan con lupa antecedentes negativos de los rivales políticos que les permita exhibirlos ante la opinión pública para ganar la contienda, más aún cuando los antecedentes tienen que ver con una mala gestión pública del contrincante. ¡De eso se trata!
El hecho es que Humberto Moreira tiene un serio problema que no va a resolver diciendo a los periodistas que no hablará más del asunto, como si el “caso Coahuila” fuera un tema privado sobre el que puede decidir de acuerdo a su estado de ánimo.
El líder del PRI, como gobernador de Coahuila que fue, tiene la obligación moral y jurídica de explicar, no solo a los coahuilenses sino también a todos los mexicanos, porqué su gobierno mintió, falsificando documentos, a los bancos acreedores, al gobierno federal, a las empresas calificadoras y a la población respecto de la deuda contraída a nombre del gobierno estatal.
Si bien algunos distinguidos coahuilenses —como don Armando Fuentes Aguirre, “Catón”—están convencidos de que esa multimillonaria deuda contraída por el gobierno de Moreira se empleó para realizar una gran cantidad de obras públicas, ello no le exime de la responsabilidad de transparentar la fuente y uso pormenorizado del enorme endeudamiento contratado y del ejercicio del presupuesto público que tuvo a su cargo, dado que la opacidad y la escasa rendición de cuentas son características del gobierno de Coahuila como lo dijo Standard & Poor’s en sus notas de junio y agosto pasados en las que reduce la calificación de la deuda del estado hasta en cinco niveles, con el consiguiente costo financiero para el futuro.
Acostumbrado a decir cuando sí y cuando no en “su virreinato”, ahora Humberto Moreira debe enfrentar un problema que no va a desaparecer con un tronido de dedos.
EL OBSERVADOR
Samuel García
MILENIO
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