ADELANTAN ESTRENO DE PRIASSIC WORLD EN MÉXICO

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martes, 20 de septiembre de 2011

Peña Nieto, el Golden Boy

¿Cómo hacerlo?, es la pregunta que ronda en el equipo de asesores más cercanos de Enrique Peña Nieto. ¿Cómo anunciar que aspira a la Presidencia? ¿Cómo lograr que no sea un mensaje anticlimático? Qué paradoja. La discusión no es qué quiere sino cómo hacerlo, pues lo único incierto en su futuro inmediato es cómo arrancará  la carrera final para llegar al objetivo que pasó más de la mitad de su vida construyendo.
¿Lo anunciará, como le ofreció a Joaquín López Dóriga, en Radio Fórmula? ¿Ofrecerá una conferencia de prensa? ¿Colocará el primer tweet en su cuenta @EPenaNieto 2012, donde sólo escriba "sí quiero"? Al final lo anunció con el periodista, en una entrevista, pero no en la radio, sino en el principal noticiero de televisión. "Sí quiero", dijo, en una confirmación obligada para sus planes inmediatos.
Si el final de su gobierno fue planeado para administrar su salida como gobernador del estado de México, en esta ocasión cambiaron los planes en vísperas de entregar el mando mexiquense a Eruviel Ávila. Peña Nieto iba a volar este fin de semana fuera de México, y sus colaboradores tomarían 15 días de vacaciones. Pero la contraorden llegó de cancelar todos los viajes. El mensaje era claro. Los tiempos y la coyuntura cambiaron; tenían que prepararse.
Su última reunión con quienes colaboraron en su gabinete fue el jueves, en una cena con sus esposas en casa del ex secretario de Comunicaciones, Gerardo Ruiz Esparza. Después de eso, sin tiempo para la nostalgia sobre el sexenio que se fue, tiró lastre y comenzó la nueva marcha, la más difícil sin duda, en su vida.
Enrique Peña Nieto, nació en 1966 en Atlacomulco, el pueblo que Isidro Fabela convirtió en un estado de la mente política al fabricar prácticamente a todos los gobernantes en el estado de México en seis décadas. Descendiente de un presidente municipal que se reeligió tres veces, pariente lejano de otros dos gobernadores, trabajó con un tercero.
La política está en su ADN, pero quien no lo conoce, lo ve como un producto de la mercadotecnia y la televisión. Pero no es un improvisado. Se afilió al PRI cuando tenía 18 años, y tuvo su primer cargo de responsabilidad a los 24, como secretario del Movimiento Ciudadano del Sector Popular en una zona mexiquense. En 15 años, empujado por el gobernador Emilio Chuayffet, e impulsado por Arturo Montiel, ganó la gubernatura como heredero de una generación de jóvenes, llamados los Golden Boys, que revivieron los sueños de grandeza mexiquense.
Desde los 60s no han tenido un Presidente, Adolfo López Mateos, y uno más que pudo ser, Carlos Hank González, lo frenó el artículo 82 constitucional -ya derogado-, que prohibía a un hijo de padre o madre extranjera, aspirar a la Presidencia. De ellos dos, curiosamente, Peña Nieto es una síntesis de personalidad. Del primero el carisma y su facilidad para conectar con la gente; del segundo, la mano suave que esconde el carácter enérgico.
Peña Nieto es el fenómeno mediático más notable que ha dado la política mexicana, donde se ha combinado la poderosa maquinaria política mexiquense, disciplinada y corporativa, con los recursos de la televisión y las nuevas tecnologías. Su presencia en medios electrónicos ha sido permanente, y la forma como ha manejado su vida personal fue estudiada en grupos de enfoque para disminuir los costos políticos por errores personales. Pero no podría haber soportado el fuego mediático de la prensa escrita, de no haber tenido un respaldo como gobernador eficiente.
Quizás la prueba más dura a la que se enfrentó fue el Caso Paulette, donde la Procuraduría mexiquense cometió pifias en la investigación de la muerte de una niña que sacudió al país. Más de ocho de cada 10 mexicanos supieron del caso, que estalló hace más de dos años y que mantuvo alto en el interés de la nación durante un par de meses. Al término de ello, con el procurador destrozado por los errores judiciales, Peña Nieto perdió sólo dos puntos de popularidad. O sea, nada.
El Caso Paulette demostró la fortaleza de Peña Nieto ante la opinión pública, y un teflón, donde las cosas se le resbalaban. Un equipo de asesores trabajaba cada  semana con escenarios y situaciones de crisis, mientras otro se encargaba de ver todo lo relacionado con el gobierno mexiquense. Había vasos comunicantes y corrían en forma paralela, cruzando a veces estrategias con acciones.
Peña Nieto comenzó a tocar por nota. Se rodeó de estrategas e intelectuales,  y de técnicos renombrados, mientras ayudaba cuanto candidato priísta se le acercó, ganando lealtades por respaldarlos incondicionalmente. Jugó con todos sin importar su posibilidades de éxito, y en algunos casos ganó mucho más de lo que esperaba, como con José Calzada, por quien nadie daba nada en el PRI cuando dejó el Senado para buscar la gubernatura de Querétaro. Cuando la ganó, Calzada cambió de lealtades, de Manlio Fabio Beltrones, que era su jefe político, a él.
En las elecciones de 2009 los críticos a Peña Nieto decían que los candidatos a diputados y presidentes municipales, hacían cola en Toluca en busca de recursos. No se les negaron, aún cuando pertenecieran a un grupo distinto, como fue Manuel Añorve durante su frustrada lucha por la gubernatura de Guerrero, que siempre fue parte del equipo de Beltrones.
Pero esa bonhomía política era cosmética. Cuando los intereses mexiquenses estaban en riesgo, eran agresivos. Chuayffet, coordinador de la bancada, bloqueó iniciativas enviadas desde el Senado en permanente choque con Beltrones. A la Reforma Política que envió el senador, Chuayffet le respondió con una de su manufactura, con una cláusula de gobernabilidad para que la primera minoría tuviera el equivalente a 50 mas uno en el voto, lo que fue calificado como una iniciativa futurista, diseñada para Peña Nieto.
La reforma, como muchas otras iniciativas, se empantanó, y el Congreso se convirtió en un bastión mexiquense. Al salir Luis Videgaray para coordinar la campaña de Ávila en el estado de México, se nombró al ex procurador mexiquense Alfonso Navarrete Prida, cuya vacante en la Comisión de Derechos Humanos pasó a ocupar Manuel Cadena, también mexiquense.
Se formó además un bloque de gobernadores incondicional de Peña Nieto con Hidalgo y Yucatán a la cabeza, mientras el PRI también se convertía en promotor del  mexiquense. Tanto, que en una ocasión Beltrones sugirió al líder del partido, Humberto Moreira, ser menos obvio en las preferencias por el entonces gobernador.
Internamente se comenzaron a preguntar si todos cabrían en un PRI con él como Presidente. Las dudas trascendieron, y la semana pasada, al despedirse de la fracción priísta en el Congreso, Peña Nieto afirmó: "Creo sin duda que el proyecto que el partido impulse de cara al 2012 tendrá obligación y exigencia de dar espacios a todas las expresiones que hay en el partido, de ser un proyecto incluyente que exprese respeto a las distintas instituciones políticas y que se esa forma acredite no en la retórica, sino en los hechos, la unidad que necesita el partido".
Fue un control de daños sobre lo que empezaba a perfilarse como conflicto interno. Peña Nieto hizo una oferta abierta de inclusión en el partido, pero como era hasta el fin de semana cuando discutía con sus asesores cuándo diría que quería ser Presidente, esa promesa navega en la incertidumbre.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa


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