Si bien el tema de la seguridad se colocó en la parte central de su discurso en Ciudad Juárez, el candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto se quedó corto en explicar cómo haría frente a la criminalidad y la violencia vinculadas al pleito entre cárteles que durante el sexenio calderonista han causado tantos estragos en el país y colocaron a Juárez como la ciudad que puso la cuota más alta de sangre.
Aunque prometió regresar la paz y la tranquilidad a esta ciudad y al país entero y reiteró que ya no seguirá con “más de lo mismo” poco habló de lo que ha fallado en la estrategia del presidente Felipe Calderón y cómo se diferenciaría de la administración que está por concluir.
Su propuesta (compromiso firmado ante notario) se redujo a la creación de academias regionales a las que asistirían los policías municipales y estatales para estar más capacitados y equipados.
Nada dijo de políticas públicas respecto el consumo de drogas, de cómo combatir las adicciones, de qué cambiar en la guerra al narcotráfico, de cómo evitar que México siga poniendo los muertos en los mecanismos de control impuestos desde Estados Unidos, de qué instrumentos utilizar en las fronteras para evitar el flujo de armas y de dinero que mueven los grupos criminales, de cómo atacar las estructuras financieras de las mafias sin dañar las economías locales, de cuál debe ser el modelo policial usado para hacer frente al reto de los criminales y qué otros ajustes institucionales deben realizarse para evitar que la impunidad siga prevaleciendo y se pueda hacer realidad el anhelo de los juarenses en lo particular, y los mexicanos en general, para que prevalezca la justicia.
Ese el compromiso de este troglodita.
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