Moreira se va

Humberto Moreira le está saliendo muy caro al PRI. Sostenerlo en el cargo le cuesta cada día más a Enrique Peña Nieto. La permanencia del coahuilense ya incomoda al priista más aventajado en la carrera presidencial, quien lo quiere fuera de la dirigencia. Moreira le estorba. El mexiquense lo puso en el cargo para que fungiera como “para rayos” y le frenara los problemas. Contrario a eso, hoy Moreira representa el más grande inconveniente para el ex gobernador del Edomex.

En privado, nadie en el PRI mete las manos al fuego por el presidente del tricolor. No hay duda que sus horas en la dirigencia están contadas, el asunto es cuándo y, sobre todo, cómo se irá. Porque la operación no es tan sencilla. Peña Nieto decidió aguantarlo en el cargo y darle largas a su salida, hasta pasada la elección en Michoacán. “El PRI respeta y respalda a su líder", dijo apenas ayer el mexiquense. Por supuesto que en público no pediría su salida. Pero es un hecho que la figura del coahuilense, con toda la estela de corrupción que arrastra, en nada abona a la imagen del “nuevo PRI” que Peña intenta construir.

Moreira encarna lo peor del priismo. Desde el tráfico de influencias hasta la corrupción, pasando por el grosero nepotismo con el que gobernó Coahuila. No extraña, pues, que Peña Nieto quiera sacudírselo. Le incomoda, le estorba. La figura de Humberto Moreira trae a la mente lo más rancio del pasado tricolor. Ese del que ni los mismos priistas se sienten orgullosos.

Y aunque, después de ser exhibido, Moreira se aferre al cargo y afirme que, “el ofendido es él”, en los hechos, el ex gobernador de Coahuila no hizo más que refrescarle la memoria a los mexicanos respecto a lo que significa lo más sucio del viejo PRI.

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El ex gobernador de Coahuila, puesto en evidencia en presuntos actos de corrupción, representa un lastre para las aspiraciones presidenciales de Peña Nieto. El mexiquense lo colocó en el cargo. Lo hizo presidente del PRI con el apoyo unánime de la cúpula tricolor. Y así, con esa misma facilidad, se deshará de él. “Sólo es cosa de tiempo”, aseguran en el equipo del aspirante presidencial.

Lo que se analiza en el equipo del mexiquense es la forma de remover a Moreira para que esto no se perciba como una derrota del priismo frente al gobierno federal –que fue quien comenzó a exhibir los manejos turbios del coahuilense-. Es decir, Moreira se irá –no hay duda- pero lo hará cuando Peña Nieto lo indique. Ni antes, ni después.

El ex gobernador de Coahuila, sumió a su entidad en varias crisis que los coahuilenses tendrán que pagar: inseguridad, violencia y deuda. Pocos gobernantes podrían ilustrar mejor la incompetencia, el despilfarro y nepotismo, desde el poder público.

Moreira estaba acostumbrado a ser amo y dueño, sin contrapeso, sin crítica, sin oposición. Y así pretendía seguir. El todavía presidente del PRI, al llegar a la dirigencia, se sentía todopoderoso. Aún hoy pretende aferrarse al cargo. Por eso la operación para removerlo será quirúrgica.

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El líder del tricolor se había erigido en pieza angular del “nuevo PRI”. El ex gobernador de Coahuila había vendido la idea de ser la figura perfecta para acompañar a Enrique Peña Nieto en su camino a Los Pinos. El mexiquense como candidato, Moreira como "para rayos". Pero los recientes escándalos dejan al coahuilense cada vez peor colocado para cumplir con esa tarea.

En corto, no son pocos los priistas que lo ven como un dirigente incómodo, que les trae muchos dolores de cabeza innecesarios, y que representa una pesada losa de cara al 2012. Y es que la cola de su líder nacional –comentan en el tricolor— no sólo daña la imagen del partido, sino que golpea a Peña Nieto.

La pregunta es, ¿cuánto tiempo más estará Moreira al frente del PRI? La realidad es que le quedan unos días, unas cuantas semanas, quizás. No más. Humberto Moreira ya se va.

¿Ustedes cómo la ven?

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Totalmente legítimo - Hernández

Ebaucador Moreira - Rocha