ADELANTAN ESTRENO DE PRIASSIC WORLD EN MÉXICO

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jueves, 27 de octubre de 2011

La paciencia de Carlos Salinas


Grecia Escalona tiene 23 años. Tenía seis cuando Carlos Salinas de Gortari dejó de ser presidente de México.

Compañera del equipo de En 15, le pregunté ayer, mientras esperábamos a Salinas en su biblioteca, cuál era la primera palabra que le venía a la mente al pensar en el ex presidente. “Robo”, me dijo.

En el momento en que anunciamos en Twitter la conversación con Salinas, llovieron los insultos: contra él por existir, contra mí por invitarlo, o por estar frente a él y no escupirle.

He conversado públicamente con cientos de personajes de la vida pública del país en los últimos cuatro años y ninguno desata la ira de la audiencia como Salinas de Gortari.

Salinas está absolutamente consciente de su desprestigio y de cómo se contagia.

Él se lo explica por una campaña —con saña— desde la Presidencia de Ernesto Zedillo en su contra.

Es víctima, dice, de la construcción de un estereotipo.

Y ha dedicado buena parte de los últimos 15 años a acumular documentos y testimonios, escribir libros, hablar con periodistas para contrarrestar los hechos que se la achacan. Piensa que hoy está claro —gracias a eso— que la crisis del 95 fue la absoluta responsabilidad de Zedillo y que de no haberse tomado ciertas decisiones, el país hubiera seguido creciendo como lo hizo en los últimos años de su sexenio. Algo así como que Salinas sería un héroe.

No acepta que su rivalidad con Zedillo se haya convertido en una obsesión, pero hasta su última embestida contra los bancos propiedad extranjera, que ocupa espacio en sus últimos dos libros, es, como él mismo lo aclara, una crítica no a los bancos, sino a “quien tomó la decisión de entregar a extranjeros el sistema de pagos, una de las peores decisiones de política pública de nuestra historia”.

Es decir: la culpa casi de todo es de Zedillo.

—El derecho a la reputación es un derecho humano —me dice.

—¿Ha ido a terapia para hablar de esto? —le pregunté.

En la biblioteca de su casa hay preparada una mesa para 16 personas. Antes de nuestra entrevista había tenido una reunión “de trabajo”. Le llama al PRI “mi partido” con un orgullo que no tuvo en años. No niega que de vez en cuando ve a Peña Nieto y lo visitan diputados y senadores, y no sólo priistas.

Está activo —sólo en el campo de las ideas, dice él— en la política diaria, sospecho yo.

A la manera de Richard Nixon, la ex presidencia de Salinas de Gortari ha sido un largo —quién sabe si fútil— intento de rehabilitación de su prestigio. Él ve un avance en sus “positivos” que yo no noto. Pero mal haríamos en descontar su habilidad o
inteligencia.

Ayer, cuando salí de su casa, me vino a la mente aquel proverbio —árabe creo—: “Siéntate pacientemente junto al río, y verás pasar flotando el cadáver de tu enemigo”.

Twitter: @puigcarlos


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